Identidad

jueves, 28 de enero de 2010

El amor calza zapatillas
Lleva consigo una negra cabellera
viste de atuendos escotados
presume de excitantes atributos
Y sobre una barra de taberna
Pide un trago
Saca un cigarrillo y balbucea
Al cantinero

El amor –es cierto-
Huele a perfume de magnolias
Mira con unos ojos oscuros y ataviados
Y pide un trago más
Observa la multitud cautiva
Y fija su miraje en mí.

El amor, si, el amor tiene unos
Senos voluptuosos pero discretos
Toma tequila en cáliz de oro
Y se acerca a mi mesa
Con la copa en mano
Mientras me lee

El amor…
¡Ah súbito amor desgraciado!
Y es cierto
El amor tiene una linda frente
Despejada
Donde un lunar posa majestuoso
Lleva consigo una esbelta
figura ignota que la preside
Y me dice un Hola
Con una dulcificante
Boca escarlata.

Coraza

Como una herida:
Desangro

Como un castigo:
Sufro la pena

Como en un calvario:
Vivo el martirio

Como en un diluvio:
Me ahogo

Como en un poema:
Me crucifijo

Como en una contienda:
Batallo

Como un miserable:
Añoro

Pero como piedra:
Resisto.

Una cosa que es cierta

miércoles, 27 de enero de 2010

El amor
Deteriora la garganta
Mastica los pulmones
Cercena la columna vertebral
Pulveriza la dentadura
Noquea los sentidos
Consterna la memoria
Arisca el paladar
Acribilla las neuronas
Restringe la dopamina
Diseca la próstata
Ciega el raciocinio
Mutila la facundia
Fenece los riñones
Provoca el estrabismo
Empecina las ideas
Enferma las neuronas
Engangrena el intestino
Disturbia el flujo respiratorio
Desorbita la sesera
Perjudica el olfato
Provoca desvarío
Produce paranoia
Y trastorna la visión:
Pero no mata.

Iluso

Tienes todo al verdor a tu exterior, lo ves fijamente, te gusta lo que ves, piensas que todos esos pastizales, esos collados verduzcos y frescos y esos molinos gigantes y también ese corral, podrían algún día, ser tuyos.
Enciendes un cigarrillo, expulsas el humo y divagas. Comprar todo ese terreno no te costaría más que dos o tres años de arduo trabajo. Te gusta lo que piensas. Ya te ves en tu mecedora fumando en la cima del collado, viendo todo el verdor que se te sea posible. Siempre te ha gustado la naturaleza, desde niño soñaste con irte a vivir a la selva o en algún bosque o pradera y alejarte del mundo, de la civilización: de sus vicios, de la maldad, del Hesse, del bullicio interminable de la sociedad. Sigues aspirando ese tabaco que por otra parte es un producto de ese mundo que marginas y que hace tanto daño y que me desdeñas. Sabes muy en el fondo que te será muy difícil alejarte de la ciudad y abandonar a tu madre y a tu hermana, pero te gusta pensar que alguna día, quizás, ese sueño sea haga realidad por alguna extraña razón.
Ahora te ves manejando en tu automóvil (Que no tienes) por la carretera, precisamente a cincuenta kilómetros del lugar en donde estas y que aun no te pertenece. Sigues viéndote en tu automóvil mientras acaricias la melena de tu perro que está en el asiento contiguo. El perro escucha tu alarido y la gresca de la música a todo el volumen posible, mientras tu exclamas y gritas a todos los puntos cardinales que eres un vencedor, que eres un campeón y que eres el hombre mas dichoso que ha pisado la tierra. Esa escena y ese pensamiento vagan en ti una y otra vez sin cansancio.
Te ilusiona saber que pueda hacerse realidad algún día y sabes que con eso tendrías asegurado tu finita felicidad; pero de repente arriba a ti el nombre de tu madre y el de tu hermana; frunces las cejas, escupes y sigues aspirando el cigarro que se consume lentamente, lo cual figurativamente representaría tu preocupación obstinada por huir del mundo, por vivir en el silencio y en la paz completa.
Cuando terminas de fumar el primer cigarro, crece en ti una nueva idea. Te preguntas si acaso tu madre y tu hermana no quisiesen de alguna forma acompañarte a vivir radicalmente en esas tierras vírgenes de ese lugar que tú escogiste para morir. Te respondes con un gesto de optimismo y te convences de que quizás se animarían a hacerte caso. En el fondo sabes que lo que deseas es un total disparate, porque en la ciudad; esa ciudad de la que tanto reniegas y que renuncias en intervalos de tiempo, te ha dado todo: escuela, trabajo, mujer, dinero, vida y asociación. No te importa, tu te empecinas inamoviblemente en que te iras a vivir a ese sitio sin tener la menor idea en donde estas.
Sigues viendo el panorama, es bello, ¿verdad?, es un Edén total, un prodigio de la naturaleza; estas palabras te las dices una y otra vez y te las repites sollozando, mientras miras absorto el orto que se oculta entre los collados. Los molinos te recuerdan a Don Quijote: ese viejo irónico y sabio del que tanto te mofabas cuando ibas al colegio; ahora tu estas en sus mismas circunstancias y estás dispuesto a cruzar una travesía ardua por obtener lo que deseas. Mientras te acuerdas de Don Quijote, esbozas una sonrisa vaga que apenas se convierte en una prolongada sonrisa. Miras los árboles, el pastizal, el ganado allá al costado del corral, los desniveles, los linderos que dan hacia un pequeño arroyo y terminas el vistazo observando tus zapatos y piensas que lo primero que harías antes de emprender el viaje nuevamente a ese sitio, es comprarte primero unos nuevos zapatos. Estas conciente de lo duro que sería la vida de hoy en adelante pero todo sería por el bien de tu alma y el de tu cuerpo cuando termines de despojarte del vicio del cigarro y de muchos cosas más. Se ha acabado el segundo cigarro. Sacas la cajetilla del bolsillo de tu chaqueta y te percatas que no sobra uno más. Tiras la cajetilla al suelo y la aplastas con el tacón de tus zapatos.
Ya el ocaso ha terminado. Te da incertidumbre tu porvenir pero comienza la noche y es hora de volver. Te decides a emprender el regreso hacia la carretera. Te espera una fría y larga caminata hacia la lejana autopista, y también a ese mundo que desdeñas.

Las apariciones de Pepe

Pepe murió hace dos semanas, pero todavía se sigue viendo su sombra rondar por estas casas. Mamá Teresita; nuestra abuela, ha dicho ante nosotros que su aparición se debe a que Pepe no puede descansar en paz y que no se resigna para nada en absoluto a que ha muerto. Nos da tristeza Pepe. Hemos creído a veces que su sombra no es otra cosa que una alucinación colectiva, ¿o acaso paremos esquizofrenia?, eso no lo sabemos todavía pero sabemos que Pepe nos trata de decir algo desde el plano dimensional en donde se encuentra. Nosotros lo queríamos mucho, lo suficiente como para lamentar su partida. Todavía recordamos el día que lo enterraron, llegó a nuestra ventana un pajarillo de esos que Pepe coleccionaba cuando él era muy niño. Uno de nosotros exclamó que era Pepe el que se hacía pasar por ese lindo pajarito y que nos había visitado; en ese instante el pajarillo se echo a volar despavorido; me acuerdo también cuando nos enteramos de su muerte: estamos en la cocina de Doña Glendy viendo como hervían los elotes a vapor. Todavía nos acordamos del instante en que Don Felipe nos aviso perplejo que Pepe se había suicidado en su recamara; a los quince minutos tocaron a la puerta estrepitosamente pero cuando Don Felipe abrió para ver quién era el que tocaba con tanta desmesura: no había nadie. En esos momentos creímos que Pepe se había despedido de nosotros. Don Felipe se llevó el susto de su vida, cayó en una terrible conmoción que hasta hoy no se ha podido recuperar de ese estado. Lo tuvieron que llevar a un psiquiatra pero no hubo ciencia que explicara su enajenación y sigue encerrado en el manicomio.
Ya han pasado quince días, desde que Pepe se murió y todos le lloramos desde de la escalera que da a su casa, viendo la ventana de su recamara en donde se quitó la vida.
Cada noche sin tregua todos nosotros creemos que vemos a Pepe: Mamá Teresita, Don Zacarías, el comisario, Ernesto el motociclista y su hermano Antonio el Mecánico han dicho y han afirmado muy seguros de sí mismos que lo han visto rondar por estas casas. Nosotros le creemos a la muchedumbre, y sabemos que Pepe no ha llegado a mejor vida.
Hoy por la mañana llegó un brujo a la casa de Pepe. Era un fiel amigo de la familia. Pero el brujo no venia solo, llevaba consigo muchas yerbas raras, especias, incienso, veladoras y dos pavo reales amarrados de las patas. Decía que iba a hacer un conjuro para que Pepe cruce adonde tenga que cruzar; sea el cielo o sea el infierno.
En uno de sus rituales raros, se detuvo para pronunciar unas palabras que se clavaron en mi mente y no salieron de ahí hasta que negocié una tregua con el sueño. El brujo musitó con estupor: Todos sabemos lo que Pepe hizo, lo sabemos bien, pero Pepe está arrepentido y no se puede hacer nada ya. Tenemos que ayudarle a descansar en paz. Yo sé que el dejo algo pendiente…
Cuando termino decir estas cosas, me levanté y alcé la mano para decirle:
-yo opino que dejó pendiente su cuerpo.

En ese instante escuchamos la voz de Pepe que recorría la habitación aledaña. El brujo se estremeció. Todos nosotros sonreímos.

Augurio

sábado, 23 de enero de 2010

"La muerte es el mejor de los anuncios;
cualquiera es el profeta"
Odette Alonso

Entre abismo y abismo
Mi voz pende de
Un hilo de sangre

Sobre un paramo
arterial
espera mi último latido

un vaho mortuorio
rodea mi pecho
y engendra halitos
agudos

La piel visceral
se me desgaja
en trozos febriles

Mi columna
se desarticula
tras los destajos
afilados de un sopor
que quema

En mis músculos
duerme el veredicto
de la antorcha

Un siseo danzante
recorre mi cabeza
esquizoide

Entre ojo y ojo
hay un cautiverio de espejismos

Sigiloso y cauto
-como una muerte-
el pecho palpita
con obstáculos

Sobre un arroyo de hiel
nada el penúltimo
bocado de la ira

El corazón bombea
atrapado en un enjambre
de púas;
su frenesí
es desgastante

comienza el reloj
su retroceso

y dentro de mi
una imagen
se emborrona.

Estela añeja

Desde que partí del pueblo no he vuelto a escuchar palabras tan bellas como las de mi adorado abuelo. El murió hace ya veinte años aproximadamente y en su tumba también se fueron sus sermones inquisidores y sus anécdotas fugases que corrompieron mi mente existencial desde chico. Mis ojos negros ahora miran ya un horizonte muy diferente pero plomizo, marginado por la claridad de un día despejado, lleno de nubarrones taciturnos y de ligeras estelas negruzcas. La tarde cae sobre esta finca de adobe recién cimentada en un suelo pantanoso donde tres camaleones ya merodean la osamenta de una zarigüeya. Mi boca ha tomado el color de las soledades y mis ojos llevan en su lejano fondo un imperio nocturno de ausentes destellos de vivacidad. Mi abuelo decía que el hombre viene a morir a la tierra y que la muerte es la paz esperada por los terrícolas. Su corazón palpitaba cuando decía estas cosas al mismo tiempo que besaba con amor puro la fotografía de la abuela. Yo le miraba con extrañeza, no creía en esas cosas. Desde que supe que era lo suficiente inteligente como para creer en esas vicisitudes; no entendía la razón exacta de el por qué del sufrimiento humano. Aun recuerdo la voz del abuelo. Siento que me vibran sus sollozos de angustia aquí a mi oído, siento todavía su voz gruesa, sus pasos calmosos y proféticos y sus risas apacibles que siempre se aproximaban a ser más fingidas que sinceras.
Mi reloj marca las cinco y media de la tarde; pero sobre este escrito ya anocheció. Comienzan a caer las primeras gotas de lluvia sobre mi cabeza. El ejército fluvial cabalga por las tierras lejanas y se aproxima raudo hacia a mi estancia. Empiezan a escucharse los primeros truenos, los primeros crujidos de una tormenta incesante, la tierra se vence en esa pesadumbre y yo observo el paisaje reverdecido y el horizonte: aquel lejano hostal donde la luna busca su aposento diurno; inalcanzable frontera donde mi miraje se desparrama a pedazos en imparable estampida. Mi corazón palpita sismicamente justo donde tengo la fotografía de mi abuelo, la saco del bolsillo de la camisa y veo el rostro arrugado de mi viejo, la coloco enfrente de mis ojos llorosos y digo con una voz casi quejumbrosa al ver sus ojos joviales: viejo, sé que usted esta bien en el mas allá, por eso no me preocupo, abuelo. Pero le extraño.

Cae ahora una gota de lluvia sobre el retrato y la gota se germina como si hubiera caído en una brasa hirviente. Comienza la lluvia y la foto arde silenciosamente.

Nuestro amor...

jueves, 21 de enero de 2010

Nuestro amor no conoce de fronteras
Ni de estatus sociales ni de políticas internacionales
Ni de dictaduras y regímenes autoritarios
No conoce de exilios ni destierros
Ni de poblados distantes ni de peregrinaciones
Obligadas

Nuestro amor no conoce estaciones de autobuses
Ni andenes y tranvías ni hoteles ni prostíbulos
ni de capitalismos ni de mezquindad
No conoce de doctrinas ni de imperios
Ni de editoriales ni de normas tradicionales

Nuestro amor desconoce todo aquello
Se aparta del mundo y sus placeres
Porque si los toca se desgaja:
Y si se desgaja: también se avalancha el mundo.

Ausencia de Roberto

miércoles, 20 de enero de 2010

Le dijimos a Roberto que nos diera un vaso de agua bien fría por eso del calentamiento global y el otro calentamiento que nos bombardeaba por dentro
Y el pobre tonto nos beso nuestras húmedas bocas que aparte sufrían sedientas. Le dimos su bofetada bien dada y le marcamos el hocico para que aprenda a respetarnos. Cuando supo que nos íbamos, soltó trastes y se despeino la melena que diseño exclusivamente para seducir nuestra mirada. El pobre Roberto intrigado por la noticia, centrado en su poemario y maloliente por las horas de estar revolcándose con la poesía, nos dijo pidiendo clemencia; “¡no me podrían llevar en la bolsa del pantalón, total soy una pirañita y quepo en todos lados!”. Nadie le hizo caso porque estaba loco y aparte veía visiones, quien quite y se nos cae del cerro y de las lomas y se le descalabra el pensamiento.
Lo dejamos ahí que siguiera con sus palabrerías y ruegos vanos y que continuara llorando ahí en su pieza, acabo ya le quedaba dos o tres días para que lo metieran al manicomio de poetas y escritores.

Si de pura casualidad...

Si acaso de pura casualidad
todavia de mi se acuerda
es probable
-digo yo-
que de alguna manera a otra
un dia no muy lejano
tal vez de noche
sienta de golpe el frio y la ausencia
y cayendo dormida,
sienta desesperadamente que me desea.

Es probable
-digo yo-
o tal vez son las ganas terribles de tenerla.

Temeraria

Corre mujer de mil cabezas
Corre bajo aquella sombra
El huerto esta lleno de minas

y el sauce sangra
Pero corre mujer de excitados senos
Corre hacia aquel fantasma persistente
Y corretéalo
Y devóratelo

Destájale su sombra y
Mastícale los huesos
Pero no lo digieras
y tampoco
lo vomites
hasta que se muera adentro.

Absuelto

Cuando mi pluma escribe
tu nombre
no soy yo el que la dirige
ni son mis dedos crispados los
que impulsan el febril contacto
ni tampoco es esta angustia
poco elocuente y más nociva
ni es esta obsesión terrible
por grabar estas escasas memorias
que guardo de ti.

Cuando mi pluma se desplaza lentamente
sobre estas hojas escarlatas
y deja tras su paso
su tinta nocturna e indeleble
no soy yo el que escribe tu nombre
no soy yo
¿o es acaso que mi pluma obstinada
se acostumbró a ti?.

Oficinista

Es terrible que te despiertes
a veces
en la fría madrugada
y lo primero que veas
al abrir los ojos

sea un maldito reloj
que siempre atosiga
con su tic-tac repetitivo

sin embargo
es más terrible aún
cuando te diriges a tu jodido trabajo

y quisieras dormir
de nueva cuenta
por horas y por meses enteros
y olvidarte de la urbe y de la gresca

pero el tiempo
te dice un No rotundo
mientras socava la fosa
de tu sepelio.

En la chimenea

domingo, 17 de enero de 2010

Con la barbilla apoyada sobre los puños
Concentrado en la fogata
Observo detenidamente
Penetrándome en su fuego creciente
Con el frío invernal que me rodea
Y se intensifica

Trastornado por la fría noche y la cellisca
Observo fijamente el crujir tedioso de la leña
E interpreto su hervor agónico
Su denso martirio infatigable
Que se trasforma
En asfixiantes nubes de materia incinerara
y en negruzcos vestigios de flamante hoguera
Que me hacen evocar
Nítidamente
La ambigua
Sofocación de mis deseos
Que se queman igual
En aquella chimenea.

Matinal

Suenan las campanas
El día transita airoso
Horas que se queman
La vida y su frasco ignoto.

El árbol y su vaivén
Los zorzales enardecidos
Los callejones y el tren
La gente y su caminar vigoroso.

¡Ha grata vida sin ruta
y sin moraleja!
¿Qué será de esta ciudad
Y su hado roto?.

Para tenerte...

Para tenerte
No basta una caricia
No basta mantenerte
Ni llevarte a París o Groenlandia
Ni comprarte todos tus besos
Con toda la plata que hay
En la tierra

Para tenerte
No bastan diez prendas de ropa
Ni un Jeep del año
Ni un mes todo pagado
En el salón de belleza
Donde tratas de maquillar
Tu soledad

Para tenerte
No es posible ser
Un hombre responsable
Bien vestido
Con un trabajo honesto
Presumido de escritor

Para tenerte
Es necesario
Ser bandido
O súper héroe
Y tener enlazado en
El pensamiento
Una red satelital

Para tenerte
Sólo hay algo muy bien dicho
Y menos aberrante

Para tenerte
Sólo me basta
Una noche con tu ausencia
Con mi sexo a solas
Pensando en ti.

Deseable


Tu sexo es algo tan
Difícil pero tan difícil
De hallar
Que se requieren
Instrucciones:
Tales como untarte los besos
En la boca
Seguir el rumbo apetecible
Hacia el dúo candente de
Tus senos
Resbalarme en tu abdomen
Sumergirme en tu ombligo
Escalar tus muslos indemnes
Perderme en tu locura espesa
Traspasar tu selva púbica
Enredarme en tus aromas
y sabores
Y finalmente; trasbordar
Adusto en la cavidad urgida
De tu sexo

¿Lo ves?
¡Que difícil es hallar
en tu piel algebraica
la placentera sumisión
De mis deseos!.

Padecimiento

Si sientes que te incomodan los calzoncillos
si odias la esperanza y amas el despilfarro rutinario

Si sientes en la entraña un revoleteo
intenso de funestas mariposas;

Y sientes espirales de fuego en el estomago
Dándote lata hasta provocarte los deseos

Si te da una jaqueca insoportable
Capaz de hincharte el pensamiento

Y tirarte varios meses o años en la cama
Enfermizamente enfermo de delirio

Si sientes un malestar óseo casi quejumbroso

y te dan ganas de desdoblarte en la banqueta
Gracias a la tala infalible de los celos

Si sientes unas nauseas casi volcánicas
Un hambre de vagabundo que no te lo quita nadie

Pero te reconforta escuchar lo que dice tu costado

Si sientes que te inquieta la lectura
Si te conmueve la poesía hasta las lágrimas

Y prefieres una copa de tequila que un
Café bien desabrido

Resígnate; ya no puedes hacer nada:
Padeces amor.

Estar solo es...

sábado, 16 de enero de 2010

Estar solo es estar
en un pendiente oscuro
al filo de la nada
y del vacio

...es estar
como la espuma
rebosante en la copa
cristalina
del océano

Estar solo es morir
de veras
pero sonámbulo
con un yugo de sangre
apretujado
...con un asma enmudecida
reteniendo vociferaciones
y lamentos

Estar solo es estar
acercándose a la muerte
sin caer en sus minas
...ser huésped centenario
del tugurio de la noche
...ser unísono y anónimo
estar siempre furtivo
haciendo convenios con la sombra
bajo alguna coraza de barro

estar solo..

estar solo
es cerrar puertas y celosías
a las espaldas
del abismo
cegar hecatombes y sismos
derribar la gresca
desde su fuego propagador

desairar al maldito
y a la escoria
al veneno y al hambre
y a la cellisca...

Estar solo
es sobre todo
estar
a cuestas con uno
montarse en corcel
de sangre y galopar
por temporal
la tierra adentro.